¿Qué las motiva?
Las varices se producen cuando las venas no consiguen retornar adecuadamente la sangre al corazón, motivado por una anomalía de la estructura de la vena, en cuyo interior hay un sistema de válvulas que se abren y se cierran para dejar pasar la sangre hacia dicho órgano e impedir que vuelva. Cuando estas válvulas se debilitan, o no cierran adecuadamente, la sangre se acumula en las venas, que se dilatan y elongan para albergar este líquido, volviéndose varicosas. Es en ese momento cuando aparecen las varices, que generalmente tienen un tono morado o azulado y se ven en relieve sobre la piel –aclara José María Abadal Villayandre, vicepresidente de la SERVEI y radiólogo vascular intervencionista en el Hospital Universitario Severo Ochoa de Madrid.
Aunque esta enfermedad se puede manifestar en cualquier persona, hay algunos factores que la favorecen, principalmete la genética, pero también la edad y el género. El envejecimiento provoca que las paredes de las venas se debiliten, mientras que los cambios hormonales, como los provocados por la menopausia y los anticonceptivos, aumentan el riesgo de aparición de varices. También se relacionan con el embarazo y el parto, etapas en las que aumenta la cantidad de sangre y presión en las venas. «Esto puede provocar varices en la pelvis y los genitales y llegar a constituir lo que se conoce como síndrome de congestión pélvica», destaca Abadal. De ahí que esta sea una patología con mayor prevalencia en mujeres que en hombres.
Posibles tratamientos
El estilo de vida también es un factor influyente. «La obesidad, por ejemplo, genera un aumento de presión intraabdominal que se transmite a las venas de las piernas, empeorando los síntomas; mientras que el sedentarismo favorece el estancamiento de la sangre en las piernas, pues al estar sentado períodos prolongados de tiempo dejamos de utilizar la bomba muscular de extremidades inferiores», detalla el especialista. Si además nos sentamos con las piernas cruzadas, peor, pues se oprimen los vasos sanguíneos, provocando que el músculo no reciba suficiente oxígeno y dificultando el retorno venoso.
«El mejor tratamiento para esta patología es la prevención. Evitar el sedentarismo, llevar una alimentación baja en grasas saturadas o aplicar agua fría en las piernas, pueden mejorar la circulación y prevenir las varices», aconseja Abadal. «No obstante, una vez que las varices se hayan establecidas, se pueden emplear fármacos venotónicos o medias de compresión para mejorar la sintomatología y evitar el empeoramiento».
«En la actualidad, existen varios tratamientos para las varices. Por un lado, la fleboextracción, que es la cirugía clásica para extirpar las venas varicosas. Por otro, las nuevas técnicas ‘minimamente invasivas’», orienta el radiólogo vascular. «Entre ellas encontramos la esclerosis con espuma ecoguiada, que consiste en inyectar dicha espuma a través de una fina aguja para dañar la pared de las venas varicosas para y que éstas se encojan y desaparezcan; la ablación endovenosa de varices (con radiofrecuencia o láser), que supone la inserción, a través de una mínima incisión, de un catéter (tubo fino) que emite energía dentro de las vena para producir el daño de la pared; y el adhesivo médico endovenoso, que es el más novedoso y se basa en sellar la pared de las venas enfermas para redirigir la sangre hacia las venas sanas», agrega.
El médico incide en la importancia de tratar las varices más allá de una cuestión estética pues, «en caso de no hacerlo, empeorará la sintomatología y la calidad de vida del paciente».